Acabo de mirar las fotos de este año de graduación del colegio alemán en el que estuve.
Es una sensación curiosa, conoces los sitios exactamente, ves los mismos profesores (algunos de los cuales pensaste que se habrían jubilado ya) y varias cosas más.
Ves el aula en el que se dio la charla ante padres y alumnos sobre que se ha conseguido, que todos han aprobado (el equivalente de selectividad).
Ves que la cena de celebración se ha hecho en el mismo sitio (un hotel para alemanes nuevos ricos que se creen mucho).
Y notas que después de todo, nada cambia. Nadie cambia. Nada ni nadie cambia, ni lo bueno ni lo malo
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