Resulta que el decir adiós casi siempre es una tarea horrible.
Aunque de vez en cuando no es nada desagradable.
Exceptuando a la gente que no nos cae bien, pueden existir relaciones que por efecto sabemos que solo van bien porque las dos personas se ven pocas veces y porque la lejanía física hace que se concentren en lo positivo.
Aparte si la otra persona ha mejorado en su ausencia, existe la extraña esperanza que pase otra vez y lo haga más aún.
Así que nada, hasta la próxima, estaré esperando.
domingo, septiembre 23, 2007
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